martes, 8 de abril de 2014

Palabras

Las palabras son tan vacías, tan carentes de vida, que casi parece absurdo que formen una parte tan importante en nuestra comunicación. Una palabra difícilmente puede llegar a expresar un sentimiento verdadero, simplemente se dedica a intervenir de forma descarada en conversaciones ajenas. Una palabra mal expresada, una sílaba incorrectamente pronuncia, una letra mal escrita, y todo se deshace. ¿No sería maravilloso poder, sencillamente, abrir mi mente al exterior, dejando así que todos vean lo que se esconde tras esos molestos intermediarios que no son más que agrupaciones de letras al azar? Todo sería mucho más fácil si nadie tuviera que esconder sus miedos, si todos los expusiéramos al resto. Pero por otra parte, esto daría pie al escrutinio, por lo que a veces, considero una suerte que nadie sea capaz de ver mis secretos, de escuchar mis pensamientos. Porque si así fuera, dudo que alguien se me acercara. Las palabras pueden sugerir sutileza, elegancia, cuando en realidad lo que verdaderamente quiere expresarse es una sensación de repugnancia. Aquí entra en juego la capacidad de actuación que parece tener todo el mundo menos yo. A todos parecen dársele genial murmurar bellas palabras cuando en el fondo de su mente, lo que desean es soltar palabras insultantes, peligrosas. Hay que tener un sumo cuidado a la hora de hablar, de dejar a las palabras fluir desde tus labios, porque las palabras son el todo y la nada. La nada y el todo. Ojalá pudiera expresar mis sentimientos como quiero, ojalá las palabras desapareciesen y solo quedara un eterno vacío. Un silencio imperturbable. Una oscuridad absoluta. La nada. Pero por desgracia, lo dicho siempre quedará dicho y nunca será olvidado.

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